No hay rayas en la calle

Estoy camino a casa. Voy hacia mi auto por última vez el día de hoy.

El viento trae consigo miles de pequeños alfileres que se clavan uno a uno dentro de mis ojos, ya no puedo ver. No puedo ver.

Por lo general no veo el color verde cuando estoy lejos. No veo. Quizá el semáforo me dice que puedo avanzar, lo hago y tengo suerte.

Más adelante se acercan a mí 2, 3...4, 5 carros, peligrosamente. Eso pasa cuando no hay líneas en las avenidas, no existen los carriles y todos piensan que van bien mientras casi golpean a los demás... quizá yo voy mal, pero no lo sé. Sigo hacia el Boulevard por la calle del hidrante rosa, del puente rojo, de los enmarcados artísticos.

Es realmente grande la furia del viento. Los letreros espectaculares se agitan con vigor y me pregunto si se caerán. Pueden caerse. También me pregunto si importará que ande toda greñuda en mi carro ¿Alguien lo notará?¿Se reirán acaso?

Un camión de transporte urbano ha incrustado entre sus llantas a un carro fronterizo: Eso pasa cuando no hay líneas en la calle. Y también pasa que los demás simplenete se hacen a un lado sin respetar "los carriles". Esto me molesta un poco, pero sólo un poco.

El carro de atrás prende sus focos. Dos soles frente al sol. Prendo mis soles, quizá ya es tiempo.

Me saluda un hombre de bigote y me comprueba una vez más que la inocencia no se puede quitar del rostro hasta que desaparece del alma, y un bigote no puede disimularla. Eso me alegra un poco, sólo un poco. Saludo a los perfectos vecinos que pasean a su perfecto perro, doy ese giro que se da y luego me estaciono frente a la banca.

Una pareja en la banca.

Unas llaves en mi mano.

La banqueta, el pasto, la banqueta, la calle, la cochera, la cerámica, alfombra bajo mis pies.

He llegado a casa.

Pero no puedo simplemente llegar y caminar descalza, quitarme el maquillaje y andar; si quiero, desnuda por ahí: La novia de mi hermano está en casa. Y es un hecho no andaría desnuda por ahí, pero me gusta pensar que podría hacerlo si quisiera.

Sí quiero.

Me limito a cerrar la puerta de mi habitación. Zapatos, falda, medias, blusa, bra... conservo mis panties y me siento a escribir en mi blog, con cien alfileres en mis ojos y greñuda. Tal como me dejó el viento.